domingo, 25 de diciembre de 2011

Esas cosas que tanto gustan.

Últimamente tengo un pensamiento perenne dando vueltas entre los escombros de mi mente sucia y hoy me apetece filosofear un poco sobre bocas, sus pasajeros y sabrosos visitantes.
Pues, comencemos por lo superficial: los labios. En apariencia tan sencillos, frágiles de alguna manera pero mentirosos como el más astuto de los zorros. Elocuentes caricias, besos de tornillo, palabras, susurros.. ¿Cuántas veces nos habrán convencido ese par de violadores del silencio a cometer el acto más inmoral, incoherente y loco? No me mientas, sé que ahora mismo te estas mordiendo uno de ellos. ¿Delatadores, eh? Malditos esquiroles del deseo..  
Pero sigamos. Dime, ¿Qué hay de los dientes? Carnívoros carceleros de las ganas, las cuales una vez en libertad se hacen dueñas de los impulsos más animales y dominan sobre estos peones blancos, haciendo que rompan las normas de la partida y pasen de las casillas para clavarse sin piedad en tu piel.. Si, estos mismos que encierran a la más víbora de las fieras, esa que pronuncia tu nombre cada solitaria noche de invierno en un intento estúpido de que te enteres lo que necesita mi cuerpo.. La lengua y sus pecados. Tú, por ejemplo, ¿Cuántas formas de utilizar tu lengua conoces? Yo me quedo con la vulgar y la culta, me quedo con ruborizarte con un recorrido express e improvisado desde ese hueco de tu garganta hasta esa nuez que me está tentando cada vez que tragas saliva, pudiendo hacerme un traje con ella..
En fin, ahora dime tú qué registro quieres que use contigo; dime cuándo hacerte mi  jake mate de peones blancos sobre esa nuca, o mejor.. No hables, y limítate a  jugar con mis labios y marcarte un combo, que de ahí la batalla será mutua.

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